El caso es que yo necesitaba hacer algo de ejercicio, más que nada porque desde que empecé la universidad hace ya unos tres años mi actividad física se ha visto reducida a mínimos. No es que esté muy gordo ni me canse a la de tres si tengo que correr un poco, pero oye, yo antes molaba más (mentira). Así que empecé a pensar en posibles soluciones a mi problema, que a su vez se subdividía en otros problemas que eran principalmente que casi no tengo tiempo para hacer nada, y la pasta (eterna graciosa). Podía apuntarme a un gimnasio, cosa que ya hice en el pasado y me resulta aburrida, o podía buscar un arte marcial y empezar a practicarlo. Esto último tenía el aliciente de que nunca en mi vida he hecho algo así, y siempre me ha llamado mucho la atención. Por ello llegué a la conclusión de que tenía que buscar un arte marcial que no me resultara muy caro y al que pudiera asistir tan sólo una vez a la semana, porque como ya he dicho no tengo más tiempo.

Así que me decidí, busqué un sitio, me apunté y tuve la primera clase el martes.
Ahora podría ponerme a contar fundamentos básicos que aprendí (más o menos) el martes, así como protocolos variados y otras cosas, pero no lo voy a hacer. Todo eso está en la red para todo aquel que le apetezca buscarlo. Así que me centraré en mi experiencia como alumno MUY novato. Hay que decir que la foto que adjunto por aquí es de dos kendokas totalmente equipadas con su bogu completa. Yo voy en chándal a clase, y todavía será así durante mucho tiempo. Bien, para empezar, el miércoles creía que se me iba a caer el pie izquierdo. En kendo, la posición de los pies es muy importante, y para aquellos pobres desgraciados como yo que no están acostumbrados (todo principiante, vamos), el asunto se pone bastante serio. Tardé bastante en aprender el movimiento, y desde luego no lo domino todavía ni de lejos. Los brazos, sin embargo, apenas sufrieron unas pocas agujetas. Más que nada porque pasé más tiempo aprendiendo a sujetar el shinai que utilizándolo. Después de hora y media de clase y de dar las gracias a la buena persona que tuvo la suerte (já) de tenerme como alumno novato (tuve un profesor para mí sólo durante toda la clase explicándomelo todo como si fuera un niño pequeño), aquella noche dormí como un gatete cerca de una estufa.
Conclusión: soy un paquete integral, cosa que ya se esperaba. Mi esperanza es que con el paso del tiempo siga aprendiendo poco a poco, sabiendo que con una clase a la semana el aprendizaje va a ser muy, pero que muy lento. ¡Pero me esforzaré!
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