jueves, 2 de mayo de 2013

Tiempo libre y poco sueño.

Yo tenía que escribir hoy algo. No sabía dónde, si en un word en blanco, en un papel arrugado, o en mi propia cabeza. Yo tengo muy mala letra, escribir en el word me resulta difícil hoy y mi memoria es muy mala. Entonces me acordé del blog. No lo lee nadie, y si lo hacen supongo que será por accidente, así que no es un mal lugar para escribir lo que quiera. El anonimato ayuda también, supongo. Escribo mientras se me va de la cabeza lo que quería escribir, hasta que recuerdo que solo quería escribir. Dejar que las teclas se pulsen bajo la presión de mis dedos inseguros. Fallo varias veces para escribir una simple frase, y tengo que apretar el backspace para volver a empezar. Avanzo despacio, pero avanzo. Hacia ninguna parte, creo. O puede que no. No lo sé.
En fin. Mejor escribir sobre cosas, en vez de escribir cosas.

He terminado de leer El hobbit. Lo he disfrutado, debo admitirlo. Cuando coges un libro nuevo de fantasía y miras la sinopsis a la vuelta, lo normal en este tiempo es que debajo de la misma, o encima, según el atrevimiento de la editorial de turno, te encuentres alguna o algunas citas entrecomilladas de alguien famoso, de un diario de prestigio (por decir algo) o de algún crítico, sacada de un texto mayor. Hay muchas críticas, reseñas y demás artículos literarios que dicen que el autor x sigue la tradición de Tolkien, o que lo supera, o cosas de esas por el estilo. Y gran parte de las veces, después de leer dicho libro (e incluso antes de empezarlo siquiera), mi ceja se levanta y mira receloso el nombre del autor de dicho artículo, pensando si realmente ha leído alguna vez a Tolkien o si simplemente sabe que si escribe eso ayudará a que el libro se venda, utilizando las esperanzas de los lectores, que saben que el inglés ya murió hace tiempo y no volverá a escribir nada parecido a las maravillas que escribió en vida. No me parece justo. Con esto no quiero decir que no haya buenos escritores que puedan sí estar a la altura. Tengo varios ejemplos, de echo. Más de uno me ha hecho sentir más que la Tierra Media, dentro de todo lo que me ha hecho sentir. Pero curiosamente esos escritores nunca han necesitado que nadie diga que su obra se parece a la que cuenta la historia de Arda. O que se basa en ella. O peor, que la supera. Seamos serios, joder. Una historia buena de verdad no necesita que nadie diga que es mejor que otra historia. Las comparaciones son odiosas, para resumir todo este párrafo.

Cambiando de asunto, he empezado a leer Satori, de Dan Winslow. Me lo compré porque leí hace tiempo Shibumi y me gustó bastante, así que pensé que quizá me gustaría volver a leer algo sobre Nicholai Hel. Es un experimento interesante eso de que un autor coja un personaje y una historia de otro y la use para crear más. Investigaré lo que hizo este señor con los derechos de autor y esas cosas, porque supongo que esto así de fácil no será. Y si no que le pregunten a Cervantes lo que opinaba de un tal Alonso Fernández de Avellaneda.

A la par y como ya dije he empezado a releer El gremio de los magos, de Trudi Canavan. Quería haberlo hecho con La comunidad del anillo, pero no lo encontré, aunque es solo cuestión de tiempo.

Buenas noches a quien las tenga.

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